viernes, 26 de junio de 2009

Estrategia judicial en los procesos políticos


Estrategia judicial en los procesos políticos
Jacques Vergès
Posfacio de Jorge Herralde
Colección Argumentos
Editorial Anagrama

(Buenos Aires)


En este lúcido análisis de los procesos políticos, Vergès establece una diferencia crucial: la estrategia de connivencia y la estrategia de ruptura. En los procesos de connivencia, como el caso Dreyfus, el acusado respeta las reglas del juego: acepta la legitimidad de las leyes y la competencia del tribunal. Por el contrario, en los procesos de ruptura, el acusado se erige en acusador de los representantes legales de un sistema injusto. Según Vergès, en nuestro tiempo –cuando los procesos no se desarrollan en la semiclandestinidad de los tribunales, sino abiertos a la publicidad mundial– los procesos de ruptura pueden resultar a menudo más eficaces para la idea defendida y también para el procesado. En el libro se analizan desde Prometeo, "el acusado político por antonomasia", Jesús y Sócrates, hasta el proceso contra Dimitrov, acusado por los nazis del incendio del Reichstag, en el que ridiculizó a Goering; la defensa de Fidel Castro, tras el asalto al Moncada, pasando por el proceso contra los templarios, la rehabilitación de Juana de Arco o el proceso de Luis XVI y, naturalmente, el juicio de Nuremberg, con el que señala la imprecisión del concepto de "crímenes contra la Humanidad" y el fracaso de su pretensión de ser un "gran proceso-espectáculo".



Jacques Vergés es el primer autor que el editor Jorge Herralde contrató de las Éditions de Minut gobernadas por Jerome Lindon, dice Herralde en el posfacio del libro.

Estrategia judicial en los procesos políticos tenía como título "De la stratégie judiciare" de una "neutralidad" comprensible en Francia, donde Jacques Vergès tenìa una bien conocida coloración política, dice Herralde, mientras que aquí era un desconocido, asegura. Por ello, por pura lógica editorial y política (aunque "agravara" el caso), lo amplió, afirma a Estrategia judicial en los procesos políticos, para evitar que, a juzgar sólo por el título, pudiera parecer un libro para especializados en Derecho.

Jorge Herralde en el posfacio, además de contar la historia de la edición de este libro cuenta también cómo superó la censura franquista.


(c) Archivos del Sur

publicado el 10-6-2009

Operación masacre - Rodolfo Walsh



Operación masacre
Seguido de la Campaña periodística
Rodolfo Walsh
edición crítica de Roberto Ferro
Ediciones de la Flor

(Buenos Aires)



Considerada por muchos como el primer libro de non fiction novel – género literario que presenta una investigación periodística en forma de novela – ya que fue publicado antes que A sangre fría de Truman Capote – Operación masacre de Rodolfo Walsh fue publicado por primera vez en diciembre de 1957. Esa primera edición forma parte de una campaña periodística en la que Rodolfo Walsh investiga y denuncia el fusilamiento ilegal de un grupo de civiles en un basural de José León Suárez, la madrugada del 10 de junio de 1956.

En esa campaña se pone de manifiesto una notable tensión entre escritura e investigación; los hechos denunciados por Walsh dependen de un saber inacabado, que exige la búsqueda de pruebas y testimonios para respaldar la acusación. La serie de artículos que componen la campaña se desarrolla en el encuentro, el pasaje y la disonancia entre literatura y política, habilitados por su inscripción primera: la práctica periodística que legitima y promueve ese contacto.

A cincuenta años de esa primera edición, De la Flor edita nuevamente Operación masacre, reuniendo los artículos aparecidos en Propósitos, Revolución Nacional, Mayoría, Azul y Blanco, que conformaron esa campaña, con el objeto de impulsar nuevas formas de abordaje y reflexión de la obra de Rodolfo Walsh.

La edición crítica de Roberto Ferro, explica que en Operación Masacre se trama el tejido narrativo de varias historias: la de la investigación, que restablece un saber silenciado para hacerlo público; la de los sucesos, que Walsh reconstruye minuciosamente: y la de la propia puesta en escritura.



Roberto Ferro es escritor y crítico literario. Doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires, es profesor e investigador de la Facultad de Filosofía y Letras.Ha dictado cursos y seminarios de posgrado en Venezuela, México, Francia e Italia. Forma parte del Consejo de Redacción de numerosas revistas académicas y literarias.

www.robertoferro.com.ar



(c) Archivos del Sur

publicado el 10-6-2009

jueves, 25 de junio de 2009

Historia de las ideas en la Argentina



Historia de las ideas en la Argentina
Oscar Terán
Editorial Siglo XXI

(Buenos Aires) Hernán Díaz

Historia de las ideas en la Argentina aborda en diez lecciones distintas épocas de la República Argentina y las ideas
que recorrieron a cada una de ellas.
Así, por ejemplo, la lección 1 se ocupa de la Ilustración en el Río de la Plata.
La 2: Mariano Moreno: pensar la Revolución de Mayo; la lección 3 trata de la Generación del 37: Sarmiento y Alberdi;
la 4 del ´80 - Migule Cané (h); La lección 5 aborda el positivismo: José María Ramos Mejía y José Ingenieros;
La lección 6 se ocupa del Centenario; La 7 se titula Democracia, guerra y "nueva sensibilidad"; la lección 8 es
sobre la cultura intelectual en la década de 1930; la 9 aborda Rasgos de la cultura durante el primer peronismo;
y la 10 es sobre Violencia política, terrorismo estatal.

"Estas Lecciones presentan un panorama de universos de ideas construidos desde el campo de la cultura
de los intelecturales, esto es, de quienes tienen acceso a un conjunto de posiciones, prácticas y destrezas letradas.
De la masa de esas intervenciones, se ha prestado mayor atención a las reflexiones que apuntaron a ofrecer respuestas a
las problemáticas sociales y nacionales en diversas etapas de la Argentina entre 1810 y 1980. En este sentido, podemos
decir que las páginas siguientes tratan acerca de representaciones intelectuales de la nación y la sociead en los casi dos
siglos de existenciade la República Argentina.
Naturalmente, d ela numerosa producción intelectual de dicho período ha sido necesario realizar una cuidada selección, para lo cual
me ha resultado funcional su organización en lecciones. Esto es, para los fines introductorios de este libro he debido escoger sólo
algunos mojones culturales de nuestra historia. La ausencia de otras obras de real valía se justifica con la inclusión de intervenciones
altamente representativas del recorrido de la reflexión nacional sobre el carácter, las ilusiones y las desesperanzas del camino transitado
por nuestra nación...".

Oscar Terán (1938-2008) ejerció como titular de la cátedra de Pensamiento Argentino y Latinoamericano en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Fue investigador principal del CONICET y profesor en la Universidad Nacional de Quilmes y en la de Buenos Aires donde
dirigió el Seminario de Historia Intelectual.

(c) Hernán Díaz - Archivos del Sur

publicado el 5-6-2009

miércoles, 24 de junio de 2009

El unicornio - Manuel Mujica Lainez


El unicornio
Manuel Mujica Lainez
Editorial Sudamericana - (Sello De Bolsillo)


(Buenos Aires)

En el año que se cumple el 25 aniversario de la muerte del gran escritor argentino Manuel Mujica Lainez, la editorial Sudamericana reeditó “El unicornio”.
“…Es la historia de un hada, la vida de un hada; que quien no crea en las hadas, cierre este libro y lo arroje a un canasto o lo reduzca al papel suntuario de relleno de su biblioteca, lamentando el precio seguramente substancioso que habrá pagado por su gruesa estructura. Al proceder así y al no tener en cuenta que todo, absolutamente todo, en este mundo es inexplicable, funciona por razones que se nos escapan, su escepticismo anticuado, que tacharía de victoriano, de no mediar mi respeto por esa gran reina, lo privará de enterarse de asuntos de interés trascendente. Lo siento de antemano por él: hay distintos modos de ser un pobre de espíritu; hay distintos modos de andar por la Tierra tildándola de insípida, aburriéndose, dejándose morir de monotonía y de tedio; y uno de ellos – tal vez el más tonto – consiste en negarse a probar la sal y la pimienta ocultas que la sazonan de magia…”.

Estas palabras del autor dan cuenta de la fantástica historia del hada Melusina - leyenda medieval - a la que su madre condenó a que todos los sábados la parte inferior de su cuerpo adoptara la forma de una serpiente; la leyenda de Melusina es el material del que se sirve Manuel Mujica Lainez – Manucho – para esta novela.
El unicornio representa para la Edad Media, dentro de la obra de su autor, lo que Bomarzo fue para el Renacimiento: una colosal recreación poética que juega con la atmósfera del pasado para ofrecernos un texto de sugestiva belleza, rara y absorbente. La historia y la magia, la minuciosa reconstrucción de ambientes remotísimos y una originalísima fantasía que anima todas y cada una de sus páginas se conjugan en un relato inolvidable que constituye sin lugar a dudas una de las obras maestras del gran escritor argentino.

Emilio, los chistes y la muerte - Fabio Morábito





Emilio, los chistes y la muerte
Fabio Morábito
Editorial Anagrama

(Buenos Aires) Araceli Otamendi

Dos personajes principales, Emilio, un niño de doce años y Eurídice, una mujer de más de cuarenta que trabaja como masajista se encuentran esporádicamente en un cementerio. Narrada en tercera persona, la primera novela de Morábito cuenta una historia de amor.
Emilio se ha mudado hace poco al barrio, no tiene amigos y sufre por la separación de sus padres. Va al cementerio, un lugar cercano a su casa con un “detector de chistes” y ahí aprende los nombres de los muertos. Emilio tiene un exceso de memoria que le permite recordar los nombres y busca su nombre entre los que ya murieron para poder liberarse de ese extraño juego mnemotécnico.
En ese lugar casi fantasmal no exento de belleza que es el cementerio conoce a Eurídice, una mujer que va a llevarle flores a su hijo muerto, quien tenía la misma edad de Emilio y al que ella considera como un “demonio”. Nada se sabe de las causas de la muerte del hijo de Eurídice.
Emilio se encuentra casualmente con Eurídice quien lo trata primero como a un niño; en otros encuentros en el cementerio Eurídice y Emilio vivirán una historia de amor y erotismo.
La madre de Emilio no está ajena a la historia que vive su hijo con Eurídice, la conocerá e incluso Eurídice le dará masajes.
También el padre de Emilio irá al cementerio y sentirá curiosidad por esa extraña mujer cuya presencia es notable en la vida y en los sentimientos del chico.
Otros personajes secundarios aparecen en la novela: el jardinero, un policía analfabeto, el hijo del policía, un albañil, un monaguillo. Todos ellos comparten esta trama, que sostiene la historia.
Eurídice, como el personaje mítico rescatado por Orfeo del mundo de los muertos, dice, en un determinado momento, cuando está con el policía: “Estoy muerta” y el hombre le contesta: “el que está muerto es tu hijo, no tú”. Eurídice reconoce su imposibilidad de ver a Emilio: “Veía a mi hijo cuando lo veía a él”. Y ahora tampoco veo a mi hijo, dice, “¡Nunca he visto a nadie”, agrega.
Pero Eurídice, ya había sido rescatada de ese mundo de muertos, mucho antes, tal vez sin haberse dado cuenta, por Emilio y por todo lo que despertó en ella.
Emilio, los chistes y la muerte es una excelente primera novela tanto por la forma en que está narrada, por la sutileza para describir situaciones y personajes, y para tratar un tema tan complejo como es el amor y la sexualidad humanas.

Fabio Morábito

Fabio Morábito (1955) reside en México y es autor de tres libros de poesía: Lotes baldíos, que ganó el premio Carlos Pellicer, De lunes todo el año, que ganó el Premio Aguascalientes, y Alguien de lava. Los tres fueron reunidos en el volumen La ola que regresa (Fondo de Cultura Económica). Ha escrito tres libros de cuentos: La lenta furia (Tusquets), La vida ordenada (Tusquets) y Grieta de fatiga (Tusquets), este último ganador del Premio de Narrativa Antonin Artaud, así como dos libros de prosas: Caja de herramientas (Fondo de Cultura Económica) y También Berlín se olvida (Tusquets). Ha publicado una breve novela para niños, Cuando las panteras no eran negras (Siruela), y es autor de un libro de ensayos, Los pastores sin ovejas (El Equilibrista). Ha traducido la poesía completa de Eugenio Montale (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores) y el Aminta de Torquato Tasso (UNAM). Ha residido largas temporadas en el extranjero y varios de sus libros han sido traducidos al alemán, al inglés, al francés, al portugués y al italiano.



© Araceli Otamendi – Archivos del Sur
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Doce cuentos para leer en el tranvía





Doce cuentos para leer en el tranvía
Una antología de La Novela Semanal
Estudio preliminar y selección de textos de
Margarita Pierini
Editorial Universidad Nacional de Quilmes




(Buenos Aires)

El proyecto editorial de La Novela Semanal tiene sus orígenes en España, donde diez años antes, el novelista Eduardo Zamacois había creado El Cuento Semanal (1907) con la intención de difundir entre un público masivo, a bajo costo, relatos breves de autores nacionales. A pesar de los agoreros pronósticos sobre el fracaso comercial de su iniciativa, ya que “al gran público no le gusta leer”, el resultado es más que satisfactorio: en poco tiempo se multiplican las colecciones, dirigidas a los públicos más diversosa. En vistas del éxito de la iniciativa en su país de origen, en 1908 dos editores españoles intentan promover en Buenos Aires una publicación similar. Sin embargo, como recuerda Gálvez en sus memorias, el proyecto fracasa ante la falta de un núcleo de escritores profesionales capaz de sostener una publicación semanal.

La Novela Semanal aparece en los kioscos en 1917 con el formato de un cuadernillo de 24 páginas, en papel prensa de baja calidad, sin ilustraciones y con escasas publicidades. Siguiendo el modelo de las colecciones españolas, las portadas ostentan el retrato de los autores. Por lo general se ilustran con una fotografía; en algunos casos – que corresponden a un seudónimo – se apela a un dibujo a lápiz, como ocurre con “Elsa Norton” o “Rolando Durandal”.
El éxito comercial permite, en los años sucesivos, incremental el número de páginas – que llegan a 106 a partir de 1922 –e incorporar nuevas secciones, donde se da lugar a la crónica costumbrista, a las noticias de actualidad, a la nota roja y a los comentarios sobre cine, ilustrados con fotografías, avisos ilustrados, portadas a color con escenas costumbristas.
Entre los 500 relatos publicados a lo largo de una década por La Novela Semanal (1917-1927), se han seleccionado para esta antología que publicó la Editorial Universidad Nacional de Quilmes, doce cuentos que muestran la diversidad de la colección: la Patagonia, la inmigración, la novela histórica, el relato de anticipación, la historia sentimental, son algunos de los múltiples temas y géneros que abordan nuestros escritores.
Las colaboraciones de Osvaldo Bayer, Pablo Capanna, Laura Cilento y Gladys Anega suman un valor complementario a la reedición de estos textos literarios, que hoy vuelven a estar al alcance de los lectores.


La antología reúne relatos de: Pedro Angelici, Héctor Pedro Blomberg, Miguel A. Calvo Roselló, César Carrizo, Atilio M. Chiappori, José López Silva, Benito Lynch, Marcelo Peyret, Ricardo Rojas, José Antonio Saldías y Juan José de Soiza Reilly.


Margarita Pierini (Buenos Aires, 1947) es docente e investigadora en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes. Se ha especializado en Literatura Argentina, en particular en los géneros y publicaciones dirigidos al lector popular. Entre sus libros: Viajar para (des)conocer. Isidore Löwenstern en el México de 1838 y La Novela Semanal.

La sociedad de los miedos - Pacho O´Donnell



La sociedad de los miedos
Pacho O´Donnell
Editorial Sudamericana

(Buenos Aires)

La sociedad de los miedos, nuevo libro del escritor y médico psiquiatra y psicoanalista Pacho O`Donnell aborda el tema de los miedos y cómo afectan a los argentinos.

En el prefacio el autor explica:

"El origen de este libro es la desgrabación de un conjunto de entrevistas a personalidades destacadas de la cultura
internacional que realicé para una serie sobre los miedos producida por Eliseo Álvarez y mi hija Camila, y cuyos textos fueron publicados por la revista Noticias con muy buena repercusión. Luego la editorial Random House Mondadori de Argentina (bajo el sello Sudamericana) me propuso la edición de un libro, para la cual incluí este prefacio, y en los demás capítulos hice correcciones y agregados. Por eso es que no debe esperarse de su lectura un tratado sesudo sobre un tema tan apasionante y crucial com el del título, sino que se trata de mis propias reflexiones al correr de la computadora, citas que vinieron a mi mente y me parecieron atinadas, y diálogos con personajes admirables del pensamiento y el arte.
Las argentinas y argentinos de este principio de siglo estamos hechos de miedo. No se trata sólo de que lo sintamos o que nos aceche, sino que el miedo ha llegado a ser nuestra esencia constitutiva. Se ha adueñado de nuestras fibras más íntimas y condiciona, sin que nos demos cuenta, nuestros pensamientos, decisiones y acciones. Lejos de ser una consecuencia indeseada o inesperada de la organización social, constituye el dispositivo crucial de la misma ya que el miedo es el mecanismo de disciplinamiento que el sistema económico y político necesita para su conservación y expansión...".
Enfocado en el "ser" y no en el "tener", O´Donnell aborda cada uno de los miedos en un capítulo distinto con citas literarias y filosóficas, cuentos breves, reflexiones humor y una entrevista.
Así, por ejemplo, el miedo a ser distinto lo conversa con el escritor uruguayo Eduardo Galeano; el miedo a la muerte con el escritor argentino Marcos Aguinis; el miedo a perder lo que se tiene con el filósofo español Fernando Savater; El miedo al futuro con el economista, filósofo, catedrático y escritor francés Guy Sorman; el miedo a no ser amado con el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique; El miedo al fracaso con el escritor chileno Antonio Skármeta; El miedo al sufrimiento con el escritor chileno Hernán Rivera Letelier; El miedo a la locura con el escritor chileno Alejandro Jodorowsky; El miedo a la inseguridad urbana con el escritor mexicano Carlos Monsivais; el miedo a la vejez con la escritora italiana Dacia Maraini y el miedo a la soledad con el escritor, músico y conductor de radio y televisión argentino Alejandro Dolina.

La negociación de la intimidad - Viviana Zelizer






(Buenos Aires)

La negociación de la intimidad
Viviana A. Zelizer
Fondo de Cultura Económica

(Buenos Aires)

En La negociación de la intimidad, Viviana Zelizer ofrece una visión aguda y sensible sobre las dinámicas que mantienen juntos y a la vez separan los “mundos hostiles” del derecho, la economía y la intimidad. De un lado, los especialistas (en leyes y en dinero), elaborando discursos (jurídicos y económicos) sobre “los males” originados en la mezcla de afecto y racionalidad; de otro lado, prácticas sólo posibles a partir de fusiones semejantes: conflictos sobre herencias, pensiones, cuidados, indemnizaciones, directorios de empresas familiares, remesas de dinero, flujos monetarios centrales en la estructuración del capitalismo monetario a escala global.
Se trata de asuntos que han preocupado permanentemente a historiadores, sociólogos, antropòlogos y filósofos interesados en comprender la génesis y el funcionamiento del mundo moderno. Max Weber, por ejemplo, mostro de qué manera la racionalidad occidental (a diferencia de las racionalidades orientales o antiguas) se construye a través de la creación de dominios separados como los de la burocracia, el derecho, la política, la familia o la religión; y cómo esa separación se funda en ideales de pureza y contaminación; ideales que legitiman la existencia de especialistas y especialidades encargados de regular justamente las relaciones entre esos mundos construidos como autónomos, por un lado, y mutuamente hostiles, por otro. Así surge la idea de que los lazos de sangre en la política son fuente de corrupción y clientelismo, de que los vínculos afectivos en el campo de la industria o del comercio generan irracionalidades; o, al contrario, de que la economía o la política degrada o corrompe los vínculos familiares de verdadera autenticidad y afecto, fundamentos en la comunidad de sangre y en la afinidad.

La negociación de la intimidad, primer libro de Viviana Zelizer traducido al español y producto de diez años de trabajo en el campo de la sociología económica, presenta un punto de vista polémico y provocador al evidenciar de qué forma usamos la actividad económica para crear, mantener y renegociar vínculos importantes con las otras personas, especialmente vínculos íntimos, y cómo los procesos económicos penetran en nuestras vidas privadas.
Según la autora, lo que “hemos descubierto en este libro no es válido sólo para Estados Unidos y para un pasado reciente”. Sus conclusiones más generales se pueden aplicar en todo el mundo, en cualquier lugar y en cualquier momento en que haya una intersección de intimidad y transacciones económicas. Nunca existió una época como la que sueñan los entusiastas de las esferas separadas, en la cual la pureza de la intimidad atravesó incontaminada las vicisitudes económicas…”.
Temas que no son tratados generalmente, son abordados en este libro. Por ejemplo: Niños que brindan cuidados:

“Los niños también se ven implicados en trabajos de cuidados en el hogar. En el capítulo IV vimos que es difícil que se reconozcan los cuidados personales, incluido el cuidado de niños, como un verdadero trabajo. Reconocer los trabajos de cuidados que realizan los niños es aún más difícil. Después de todo, se supone que los niños no deberían brindar cuidados, sino más bien, recibirlos. Sin embargo, como lo han demostrado numerosas investigaciones, los niños se ven implicados en una gran cantidad de trabajos de cuidados, los que van desde hacer de baby-sitters de sus hermanos hasta atender a sus abuelos enfermos. Las clases de trabajos que realizan los niños varían en gran medida según las relaciones sociales: por ejemplo, los niños proveen de servicios muy diferentes a sus vecinos y a sus hermanos. También los distintos trabajos de cuidados tienen diversos grados de legitimidad moral. Como los adultos, los niños distinguen con claridad los límites entre lo que consideran relaciones apropiadas e inapropiadas para sus trabajos de cuidado…”.

Con numerosos casos y ejemplos, Viviana A. Zelizer encara un difícil y necesario estudio de la negociación de la intimidad.



La intimidad y la economía han sido consideradas mundos autónomos y antagónicos, que se mantenían separados para evitar su mutua corrupción. Sin embargo, en La negociación de la intimidad Viviana A. Zelizer demuestra que las prácticas económicas constituyen una constante en las relaciones sociales íntimas caracterizadas por el afecto y la confianza. Aunque las personas intenten mantener el dinero apartado de lo privado, ambos mundos se conectan y se combinan incesantemente. Los conflictos que a menudo se producen por la vinculación de ambos universos en tensión generalmente devienen en procesos judiciales y el derecho representa el ámbito ideal para analizarlos.
A través de una gran cantidad de ejemplos precisos y del análisis de casos judiciales Zelizer demuestra de qué modo el precio es central en tres áreas claves de la intimidad: las relaciones de pareja, las de cuidados y las de la vida doméstica. ¿A quién pertenecen los regalos de compromiso intercambiados por una pareja que finalmente se separa sin casarse? ¿Cuándo se convierte en acreedora de una remuneración una persona que cuidó a un familiar enfermo hasta que éste murió, o en qué condiciones sus cuidados se tornan una influencia indebida sobre la herencia del fallecido? En los hogares, las negociaciones y los conflictos son aun más complejos: ¿quién adeuda -y a quién- cuáles servicios no retribuidos?

Viviana A. Zelizer es doctora en sociología por la Universidad de Columbia y desde 1988 es profesora de sociología de la Universidad de Princeton. Especializada en sociología económica, su investigación está centrada en el análisis del modo en que las prácticas económicas y el dinero afectan tanto las relaciones sociales impersonales ocmo las personales.

© Archivos del Sur

El ángel de las piernas torcidas -Reinaldo Marchant


(Buenos Aires)

Se publicó en Santiago de Chile - en ediciones Mar del Plata - el nuevo libro del escritor Reinaldo Edmundo Marchant: "El ángel de las piernas torcidas".
Escribió el prólogo Jorge Valdano, que reproducimos a continuación:



La cancha y la literatura

Por Jorge Valdano*

Lo he dicho: leer un libro no sirve para jugar mejor ni jugar un partido sirve para hacer mejor literatura. Dos juegos (fútbol y literatura) que tienen diferentes modos de expresión, y que resultan compatibles a fuerza de ser distintos.

Los intelectuales se desmarcaron del fútbol por considerarlo una expresión popular menor, por deducir que era como el “opio del pueblo”, por desconfianza a la masa y, finalmente, por snobismo. El fútbol, como los toros por citar otra disciplina condenada durante años al ostracismo intelectual, no se ha prodigado en potenciar la figura del jugador-culto, y sin embargo sí la del jugador periodista. El fútbol está encarnado en la vida de la gente. Un fenómeno que mueve tantas pasiones da grandes posibilidades de explicar al hombre, incluso desde episodios en apariencias menores.

Es vital percibir un vehículo entre el mundo del fútbol y el mundo de la cultura, un puente entre la cancha y la literatura; analizar el mundo del fútbol de una manera claramente distinta y darle una dimensión sociológica. El fútbol durante mucho tiempo no tuvo voz y parece ridículo que el primer productor de conversación del mundo no tenga voz, no tenga intelectuales que hayan sido para el fútbol lo que Ernest Hemingway fue para los toros.

Después de leer este maravilloso libro de Reinaldo Edmundo Marchant, hay que comerse un sándwich y tomar una Cola Cola como cuando, de chicos, terminábamos de jugar un picado.

Aquí está contenida la nostalgia de un fútbol que se está perdiendo porque el control le gana a la libertad, porque la técnica se ha convertido en una herramienta táctica, porque el tamaño de los jugadores importa más que su talento. Visto así, el fútbol de hoy es todo lo contrario que Garrincha, personaje central de esta obra, porque a su espíritu se le ve gambeteando en cada una de las páginas.

Conviene recordar que cada aparición de Mané parecía un chiste contra la solemnidad.



Garrincha jugaba como hablaba Cantinflas. Un hombre libre, un estilo poético, una máquina de amagar desde sus piernas torcidas que no se sabía para donde iban a arrancar, hasta sus ocurrencias geniales y divertidas que dejaban siempre una victima en el camino. También era un campeón mundial de los cinco metros lisos, porque después de humillar a los rivales, sus arrancadas eran incontenibles.

Garrincha es el símbolo que merece este libro lleno de imágenes bellísimas y de historias increíbles que, como los viejos partidos de pueblo, huelen a choripán.

El fútbol es evolutivo y esto que nos toca vivir es una consecuencia de aquello, pero en un mundo que consagra el olvido, de vez en cuando hace bien recordar de donde venimos. Y Reinaldo Edmundo Marchant se ha convertido en un poético especialista de la nostalgia.


*Jorge Valdano (1955, Argentina), ex jugador, Campeón del Mundo Juvenil (1979) y de México 1986. Como entrenador del Real Madrid ganó 4 Ligas y 2 Copas UEFA. Está considerado como uno de los mayores pensadores y filósofos de fútbol. Ha sido comentarista y articulista de diversos medios europeos, y autor de los libros “Sueños de fútbol”, “Cuentos de fútbol”, “Cuentos de fútbol II”, “Los cuadernos de Valdano” y “El miedo escénico y otras hierbas”.

Cuento del libro


EL ÁNGEL DE LAS PIERNAS TORCIDAS



Antes de que él pisara el césped de una cancha, el

fútbol era un espectáculo que carecía de genios. Todavía

antes, no existía un ser que emprendiera regates,

brincos, amagos, cabriolas y movimientos imperceptibles

con el cuerpo. Hasta que llegó Garrincha y nació la

alegría en el pueblo. Surgió un fútbol diferente. El balón,

tratado en zigzag por un encantador de serpientes,

nunca fue acariciado más plácidamente que en los

empeines de aquel astro que perseguía pájaros en la selva

de Mato Grosso. Sus virtudes aún permanecen invictas.

A los genios no se les imita. En el césped, fue el máximo

inventor que ha existido: estampó una nueva manera

de jugar al balompié.

Manoel dos Santos no tenía huesos ni cartílagos.

Adolecía de voracidad palaciega. Era un patizambo

descendiente de indios, que vino al mundo para que le

pegaran; tocaba música con los pies; enseñó a encarar

y, alrededor de sus zapatos, había un plumaje que dibujaban

geografías que regalaban risas. La tierra le

prestó inocencia de ángel. Desde entonces fue un maravilloso

espectro que se vestía de persona. Para el niño no

existían las canchas de fútbol, sino terrenos con hálitos

de paraísos donde era permitido saltar, hacer acrobacias,

picar en curvas, llevar vinculada una estrella, volar rompiendo

las cúspides, los ojos abiertos y a trancos de animalitos

escurridizos que descienden en picada los cerros

lineales.





El mundo lo conoció con el nombre de un pájaro

incauto y veloz, garrincha. En pesquisas cándidas por

matorrales y arboledas desarrolló habilidades únicas,

serpenteos y giros de bailes, taconeos y frenadas fortuitas,

que lo llevarían a superar a temibles cancerberos.

Casi de rodillas o con la cintura en extremo quebrada,

desafiando la gravedad científica y al orden abúlico de

las cosas. Era el verbo y la exageración juntos.

Tímido de verdad, aborrecía la adulación. Lo suyo

era hacer la tarea en el campo de juego y luego volver a

casa. Pocos saben que ganó dos Copas Mundiales. Y

que Brasil, ocupado en ensalzar sólo a La Perla Negra

—institución global y símbolo de marca ganadora—, le

debe al obrero de fábrica de telas de Pau Grande el Campeonato

de 1962, que ganó solo y con diversión incluida.

Los zapateos, pantomimas, danzas, la samba y

música de carnaval, eran conciertos de ríos y cascadas

de Pau Grande. En Sudamérica florecía este

“Cantinflas” que divertía con su distrofia física y esa

pierna izquierda seis centímetros más corta que la derecha.

Su instrumento de trabajo, un balón.

El genio rápidamente se hizo popular. La gente

pagaba para distraer las nostalgias. Había que ver a ese

prestidigitador de músculos torcidos que hipnotizaba a

los adversarios con habilidad inimitable, y que los únicos

engaños en vida los hizo con las extremidades ante

muchedumbres delirantes. Entraba a la cancha porque

la torcida lo pedía.

Jugaba al fútbol pero no mostraba la pelota. Ésta

se perdía en el resplandor que encandilaba la vista. “¡Mí

renle el cuerpo, no el balón!”, gritaban a los custodios.

Tampoco resultaba. Corría sin el esférico. Lo dejaba en

descanso sobre el césped, mientras toda la retaguardia

en desfile circense buscaba indicios del malabarismo.

Un hecho milagroso succionaba la de cuero, la perdía

en segundos de oro, y enseguida reaparecía cuando la

gacela morena se abría paso con zancadas armoniosas,

traspasando sombras de nacionalidades ignotas.

Contar con una pierna más corta que la otra y proyectar

piruetas de estilista consumado, sólo los pájaros

de Mato Grosso pueden esclarecer. Garrincha siempre

volaba por la banda derecha, pasaba la misma marcha

veloz, se detenía matemáticamente con magnífico freno,

y nadie pudo detenerlo. Nunca antes otro futbolista

entregó tanto amor en una cancha. No necesitó a Pelé

para consagrarse de genio —la ciencia confirmaba que

era “débil mental” — y brillar como un llameante astro

perpetuo.

El legendario artista Vincent van Gogh, necesitó

menos de diez años para crear más de ochocientos óleos

inolvidables; los pintó en medio de penurias y enfermedades.

Garrincha, con un cuerpo contrahecho y esa solitaria

miseria que quedó murmurando en los parlantes

de los estadios, precisó el mismo tiempo para escribir

las mejores páginas del balompié que el hombre ha conocido:

cuando surge un prodigio de la Naturaleza, sólo

precisa un pasajero instante vital para dejar una herencia

imperecedera, demasiado tiempo es obsceno.

Pudo convertir mil goles. Lo suyo era la festividad

del driblen, lanzar un sombrero, un caño, inventar una

jugada no escrita en manuales, regresar donde los de

fensas, dar una nueva oportunidad y repetir las maniobras

y entregar a malla descubierta pases para que terceros

se quedaran con la estadística del gol. Su morada

era el cosmos bendito de una cancha. Ahí guardaba los

botines y la ropa. No tenía otro cielo. Cuando salía a la

calle llegaba la tristeza de las circunstancias. En los arranques

por los bordes sobraban las ideas; sumido en laberintos

cotidianos, pocas veces sorteaba el abismo. En

Mato Grosso, sus amigos, los pajarracos silvestres, hasta

estos días pían Mané…

Llevaba en la sangre la ingenuidad del chiquillo que

perseguía por riachuelos, bosques y florestas, pequeñas

aves electrizantes. Manoel Francisco dos Santos ejecutó

sus primeras fintas y gambetas a los pájaros, en cerros

y parajes selváticos. En esa comarca sostuvo sus primeras

prácticas del balompié. Después fue cosa de entrar a

un estadio y no cambiar jamás el modo de jugar con la

cabeza erguida —cual rey sin corona—, sin observar la

pelotilla, dando pasos de danzarín, balanceando el cuerpo

en grados no descubiertos por sabios, paralizando a

rivales ocasionales que nunca calculaban la velocidad

de la proeza nativa. Soberanía espiritual, pionero en repeler

el fin de mercaderes.

A las puntas de los estadios sembró de belleza. Por

esa zona el pasto crece distinto. Las pisadas son más

hondas y los brincos, un disparo de resorte aceitado.

Antaño aquellos espacios eran inútiles, escasamente visitados,

hasta el jardinero olvidaba los riegos de

sobrevivencia. Cincuenta años más tarde el público cree

ver a un espectro mareando caderas y riéndose de las

leyes de la física, cruzando sin jactancia a los rivales. Es

la figura de Garrincha, marcada a fuego, cimbreando

geografías imposibles. La que fue alegría verdadera,

nunca muere.

El mal hábito de aprender lo que enseñan personajes

serios, eruditos y letrados, lastima la espontaneidad.

Mané dictó muchos manuales de fútbol. El ejemplo de

sus jugadas, forma elegante de caminar y flexiones en

un campo de juego, ilustró a generaciones que no han

seguido las huellas de la diversión. Sin hablar, dijo muchas

veces que el fútbol es puramente un convite a un

masivo festejo. Que más allá de una fabulosa maniobra,

se tenía que desdeñar del poder y de empresas

cometalentos. El acierto en la red, ese producto millonario,

era asunto de negociantes. A él le importaba la música

y que la gente saltara en las gradas. Si las raíces se

encuentran en un bar, en la cerveza con cachaça, esto

olía bien. A fin de cuentas, el prodigio lo otorga la Naturaleza,

y ese instinto no se debe alterar por las prosaicas

normas de lo establecido.

Hoy me marca Joao, decía antes de los pleitos. A las

fieras vigilantes, por igual, llamaba Joao. Cuando llegó

a prueba a Botafogo, a modo de advertencia y pánico le

indicaron que lo tomaría a resguardo La Enciclopedia,

el inmenso Nilton Santos; él, astuto, dijo: “en Pau Grande

también me marca Joao…”. Lo llenó de caños y

gambetas. El sabio defensa, que sintió brillar la perla,

recomendó su contratación, “mejor con nosotros que

contra nosotros” fundamentó. Nunca le preocupó la

cantidad y el renombre de quienes lo custodiaban. Para

qué. En la cancha de fútbol no existía diferencia social

ni de ninguna calaña. Los ricos no entran a ese ruedo

porque es la única vez que pierden con los carasucias.

Su seguridad residía en el instinto espiritual que venía

de las entrañas de la tierra. Frente al adversario jugaba

“a lo que saliera”, y sorteó los túneles y pendientes más

montaraces.

En silencio le sonreía a los pizarrones y equipos técnicos.

¿Ellos habrán sentido el aire de una cancha? ¿Sabrán

lo que significa ir a tomar un balón que desciende,

detenerlo pegado al cuero y luego continuar con la jugada

hasta llegar a un final feliz?

Para volar a Estocolmo, Mundial de Suecia de 1958,

la ciencia le pedía un test psicofísico mínimo de 123 puntos.

Sacó a gatas 38. El infierno de los expertos lo condenaba

a un regreso a Mato Grosso. Nilton Santos, el excelente

capitán, junto a Didí y Vavá, convencieron a los

especialistas que las leyes de gravedad no podrían con

La Alegría del Pueblo. Y subió al avión. Más tarde el

periodismo haría su parte: “hay que dársela a

Garrincha”. Fue, jugó y ganaron la competencia. El

mundo vio que, junto al crepúsculo naciente, por los

costados titilaban destellos diáfanos, levantando centros

de hazañas y pañuelos de gratitud.

Por primera vez los aficionados encontraron a un

jugador que detenía el balón frente al marcador y luego

de un infinitesimal quiebre de cintura, partía raudo por

el flanco derecho, imprimiendo un reflejo irreverente,

grandioso, torcido a la manera de un hierro de carne,

que quedaría grabado en plata en la memoria humana.

El entrenador, Vicente Feola, diría, honesto: “esa

vez comprendí que había que escuchar a los jugadores,

ellos ven mejor los partidos dentro de la cancha…”.



Habían nacido dos seres: Garrincha y el driblin. Él

lo inventó.

El ángel negro de Pau Grande, obrero de una fábrica

de telas, pobre, que bailaba con la pelota en la

suela, con sus piernas arqueadas y las rodillas inclinadas

igual que un esquiador, que giraba como un taladro

sin mover la pelota —un “rico espiritualmente, rico

sentimentalmente”, como se autodefinía—, detestaba

convertirse en una institución mundial, en esa mercancía

escandalosa; le importaba sólo la sonrisa que brota

natural en las comisuras; tenía inteligencia genuina para

moverse en un campo de juego, no para negocios petroleros,

vínculos con poderosos y el afrodisíaco dinero:

cuando renuevan su contrato en Botafogo y le consultan

cuánto aspiraba ganar, respondió: “de lo mínimo, a

lo máximo…”.

Mané añoraba su pequeño pueblo rodeado de cerros,

casas modestas y habitantes auténticos; los ríos,

las cascadas y las aves. Ese lugar donde en solitario

aprendió “a ser humilde, coser y jugar al fútbol”. No

entendía de grandeza, comunicaciones y exposición

mediática. Lo suyo era iluminar de belleza los minúsculos

senderos del paraje derecho, imaginando que se

entretenía con “garrinchas” en los arroyuelos y montes

de su comarca natal.

Desde entonces y hasta el fin de las épocas, en las

canchas del planeta, por el asombro de una causa inexplicable,

se encienden siete velas pegadas a una camisa

que planea. Es la herencia perenne de aquel prodigioso

hechicero de rodillas curvadas, que continúa concediendo

jolgorios cuando las reminiscencias colman de episo-

dios imborrables las mentes de los apasionados.

En la arena blanca de la playa brasileña, en dulces

potreros de infancia, hacia el atardecer, un balón imaginario

inyecta luz en las orillas rumorosas de sus habitantes.

Por ahí remonta placer Garrincha, elude al montaraz

olvido, al abandono, y a esa mala patria, la miseria.

¡La felicidad no ha muerto!



(c) Reinaldo E. Marchant


sobre el autor: ver Espacio de autor en la revista Archivos del Sur

El material humano - Rodrigo Rey Rosa


El material humano
Rodrigo Rey Rosa
Anagrama


(Buenos Aires)

Del tema del pasado se han ocupado grandes escritores, por ejemplo Borges, cuando en “Otras inquisiciones” dice : “…el propósito de abolir el pasado ya ocurrió en el pasado – y paradójicamente- es una de las pruebas de que el pasado no se puede abolir. El pasado es indestructible; tarde o temprano vuelven todas las cosas, y una de las cosas que vuelven es el proyecto de abolir el pasado…” (1).
También la ensayista Beatriz Sarlo dice en su libro “Tiempo pasado”: “…el pasado es inevitable y asalta más allá de la voluntad y de la razón. Su fuerza no puede suprimirse sino por la violencia, la ignorancia o la destrucción simbólica y material…(2). Y además: “… el pasado es siempre conflictivo. A él se refieren en competencia, la memoria y la historia, porque la historia no siempre puede creerle a la memoria, y la memoria desconfia de una reconstrucción que no ponga en su centro los derechos del recuerdo (derechos de vida, de justicia, de subjetividad…”.
“…Del pasado puede no hablarse. Una familia, un estado, un gobierno pueden sostener la prohibición; pero sólo de modo aproximado o figurado se lo elimina, excepto que se eliminen todos los sujetos que van llevándolo (ése fue el enloquecido final que ni siquiera logró la matanza nazi de los judíos). En condiciones subjetivas y políticas “normales”, el pasado siempre llega al presente…”. (2)
Del pasado de Guatemala y de sangrientas represiones trata este nuevo libro del autor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa.
A través de un narrador en primera persona en apariencia un relato autobiográfico, quien se propone visitar un insólito Archivo con documentación del antiguo Palacio de la Policía y de otras comisarías departamentales con libros de actas que datan de la década de 1890.
Ahí, el narrador personaje se encuentra con fichas de distintas personas que han sido fichados con motivo y sin motivo y así consta en ellas.
Como en un laberinto, este narrador personaje sabe que podrá encontrarse con el Minotauro. Pero sólo hacia el final de la novela y ambiguamente podrá saber quién es.
El pasado indígena, las luchas guerrilleras, la represión del estado, todo está ahí, en el libro y fragmentariamente, en los personajes que van apareciendo.
A la manera de un diario, apuntes y notas del narrador, el relato se va armando, se intercalan con retazos de la vida personal de aquél, quien parece luchar por vivir el presente: tiene una amante, una hija pequeña, hermanas, padres, amigos a quienes frecuenta.
“Pero al pasado, llegado de no se sabe dónde, el recuerdo no permite que se lo desplace; por el contrario, obliga a una persecución, ya que nunca está completo” (2) asalta al personaje, llevándolo una y otra vez a seguir con su investigación, entrevistándose con personajes que pueden acercarle ese pasado y construyendo una trama donde el miedo y el suspenso pesan.

El libro tiene ritmo, una prosa ágil, una historia a la vez triste, de un pasado reciente y común a muchos países latinoamericanos.
Se trata de un libro excelente y un extraordinario narrador.
Resulta imprescindible su lectura.

Rodrigo Rey Rosa nació (Guatemala, 1958) estudió en Guatemala, vivió en Nueva York y en Tánger, Marruecos. Ha traducido al español varios libros de Paul Bowles y a otros autores como Norman Lewis, Paul Léauteadu y Francois Augiéras. Vive actualmente en la ciudad de Guatemala. Es autor de una amplia obra literaria traducida a muchos idiomas. Entre sus títulos más destacados figuran Cárcel de árboles, Que me maten si..., La orilla africana y Caballeriza, publicados todos en Seix Barral.

© Araceli Otamendi – Archivos del Sur

Bibliografía:

(1)Jorge Luis Borges, Nataniel Hawthorne, Otras inquisiciones, Alianza Editorial

(2)Beatriz Sarlo, Tiempo pasado, Siglo XXI Editores