domingo, 15 de agosto de 2010

Por cuenta propia- Rafael Chirbes



Por cuenta propia
Leer y escribir
Editorial Anagrama


(Buenos Aires)

Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, Valencia, 1941) escribió Por cuenta propia, un ensayo sobre la lectura y la escritura.

Dice en la introducción que el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki narra en su autobiografía que “la mayoría de los escritores no entiende de literatura más de lo que las aves entienden de ornitología” y cita el caso de Anna Seghers, autora de La séptima cruz. Reich-Ranicki se encontró con la novelista y fue dándose cuenta durante el transcurso que la autora no había entendido en absoluto a su novela. “No tenía ni idea del refinamiento de los medios artísticos empleados en ella, del virtuosismo de la composición”.

Chirbes, quien también es crítico literario,  afirma que “conocemos tipos brillantes capaces de escribir espléndidas novelas y, por el contrario, gente con cabezas magníficamente amuebladas que naufragan al intentar el género narrativo”. Reich- Ranicki, dice Chirles, acierta al afirmar que la mayor parte de las veces los autores no tenemos la lucidez necesaria para saber qué es exactamente lo que estamos haciendo. “Luchamos con nuestros fantasmas cuando creemos estar peleando contra una sociedad que nos asfixia. También ocurre al revés. Nos peleamos con la maraña del tiempo, cuando creemos pelearnos sólo contra nuestras sombras. Lukács definía el arte como un modo de representación de la autoconciencia de la humanidad. Pero nosotros, novelistas de comienzos del siglo XXI, a quién representamos, qué filamento de la humanidad se revela a través de nosotros” se pregunta.
Y también reconoce que cuando trabaja en sus libros no tiene una idea demasiado clara de lo que está haciendo ni de cuál es el tema sobre el que está escribiendo hasta que lo tiene prácticamengte terminado. No cree en la escritura automática pero sí en que escribir supone la excavación de un túnel oscuro.
“…Escribir es trabajar en la organización del lenguaje de una determinada manera, y el lenguaje muestra irremediablemente las tensiones que la sociedad implanta en el autor, su posición en ese complicado cruce de mensajes o querencias. Por eso, la novela delata a quien la escribe, se vuelve incluso contra él, lo denuncia. No sólo la novela, cualquier forma de escritura es un policía riguroso al que difícilmente se le escapa ningún indicio: incluso me atrevería a escribir  que la literatura – como los amantes – acostumbra a vengarse de quien no se arriesga a llegar hasta el límite; una escritura a medias es una mentira que el interrogador detecta. Escribir no es sólo cuestión de engrasar el oficio. La técnica tiene un peso relativo…”.

Chirbes reflexiona sobre su propia escritura y dice que ha escrito sus novelas por puro egoísmo, para salvarse, para no ahogarse, pero en esa búsqueda de su salvación lo ha guiado el convencimiento de que un escritor siempre representa, aunque lo haga a su pesar; y que son los artistas que se reclaman al margen de la historia quienes suelen acabar revelándose como síntomas más claros de la dolencia de su tiempo. Entre ser síntoma y testigo, he intentado el papel de testigo, dice. Aunque está convencido de que es síntoma de un montón de cosas que no imagina.

Acerca de la novela en general, cita un párrafo de Hijos y amantes de D.H. Lawrence:

“…La moral en la novela es la temblorosa inestabilidad de la balanza. Cuando el novelista pone el pulgar en el platillo, para hacer bajar la balanza de acuerdo con sus propios gustos, practica una inmoralidad…”.

Si nos irritan los novelistas que ponen el dedo en el platillo de la balanza para que se incline a su favor , dice Chirbes, forzando desde fuera el peso de su ideología, aún nos parecen más irritantes lo que no aceptan que son frutos de las tensiones de su tiempo, y creen construir su obra sólo con andamiajes literarios, como si el lenguaje, incluso en su búsqueda de lo de dentro, pudiera dejar de decir lo de fuera: bajo sus declaraciones de amor a la literatura como valor supremo, los escritores ensimismados la convierten en un juguete banal.
El autor cita a Zola, quien decía que toda obra de arte nace levantándose contra la convención. La novela crece buscando nuevos instrumentos y afilando los que tiene para capturar lo que sucede fuera y necesita ser nombrado.
En este intento por llegar a la médula del tiempo que nos ha tocado vivir debemos esforzarnos por encontrar nuevos moldes, por trabajar con otros materiales, o por trabajar con los materiales de otra forma.
Aunque conviene no olvidar que los grandes maestros de la narrativa han dejado en nuestro taller una bien provista mesa de carpintero de la que surtirnos. Escribir la novela que pide nuestro tiempo es nuestro reto, como el reto de esos novelistas que hoy nos parecen grandes fue contar el suyo. Perseguir el tembloroso instante en el que alcanza su equilibro la balanza, el momento en que la novela encuentra su aura y brilla con una infinidad de sentidos.

Los mundos de Galdós y de Cervantes, la herida republicana y la memoria como una tierra usurpada, las trampas de la cultura y las estrategias de las ideologías dominantes, las novelas de un joven narrador y los cuadernos de Carmen Martín Gaite, Gran Sol de Ignacio Aldecoa, las reflexiones del napolitano Raffaele La Capria y siempre Max Aub, componen un fresco de materiales heterogéneos pasados por el cedazo del conocimiento y la dialéctica de la sospecha.
La indagación sobre La Celestina, nos descubre las tensiones de un discurso que se nutre y destroza los discursos de su tiempo, mientras que en el doloroso recorrido por las novelas y escritores de la guerra (Barbuse o Kart Krauss, pero también Homero) resuenan ecos que explican algunas claves del tejido conceptual de Crematorio, la última novela del autor hasta el momento.
La mirada de Chirbes está lejos de la perspectiva oficial y de la visión de la historia de la literatura como un nicho, y brinda en estos ensayos la oportunidad de volver a leer, de volver a mirar, como una forma de comprensión de uno mismo, como una manera de atrapar el mundo que habitamos. En síntesis, la mirada del autor está lejos de la complacencia, remueve certezas propias y ajenas para transformar los códigos narrativos.

 Rafael Chirbes nació en Tabernes de Valldigna (Valencia), en 1949. Estudió Historia Moderna y Contemporánea en Madrid, se dedicó a la crítica literaria durante algún tiempo y posteriormente a otras actividades periodísticas.
Es autor de El viajero sedentario, El novelista perplejo y Mediterráneos, y de ocho novelas, Mimoun, En la lucha final, Los viejos amigos y Crematorio.

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