lunes, 3 de septiembre de 2012

Nunca fuimos modernos - Bruno Latour


Nunca fuimos modernos
ensayos de antropología simétrica
Bruno Latour
Siglo Veintiuno Editores
(Buenos Aires)

En este ensayo Bruno Latour plantea que la modernidad nunca comenzó, nunca hubo un mundo moderno. "El uso del pretérito", dice, "es aquí de importancia, porque se trata de un sentimiento retrospectivo, de una relectura de nuestra historia. No entramos en una nueva era; no continuamos ya la fuga extraviada de los pos-pos-posmodenistas; no nos ponemos ya a la vanguardia de la vanguardia; no tratamos de ser todavía más listos, todavía más críticos, de ahondar todavía un poco más la era de la sospecha. No, nos percatamos de que nunca empezamos a entrar en la era moderna. Caracterizo esa actitud retrospectiva que despliega en vez de develar, que agrega en vez de sustraer, que fraterniza en vez de denunciar, que selecciona en vez de indignarse, como la expresión no moderna (o amoderna).
Es no moderno aquel que considera a la vez que la Constitución de los modernos y los asentamientos de híbridos que ella niega...". "...De igual modo, la Constitución moderna existe y actúa realmente en la historia, pero no define lo que nos ocurrió. La modernidad sigue esperando a su Tocqueville mientras las revoluciones científicas a su Francois Furet...".
Contaminación de los ríos, embriones congelados, virus del sida, agujero de ozono, robots… ¿Cómo comprender estos “objetos” extraños que invaden nuestro mundo? ¿Proceden de la naturaleza o de la cultura? Hasta aquí, las cosas eran simples: para los científicos, la gestión de la naturaleza; para los políticos, la de la sociedad. Pero esta división tradicional del trabajo no puede explicar la proliferación de híbridos. De allí el sentimiento de pavor que generan y que los filósofos contemporáneos no consiguen disipar.
¿Y si hubiéramos tomado el camino errado? De hecho, nuestra sociedad moderna nunca funcionó de acuerdo a la gran división que sustenta su sistema de representación del mundo: la que opone radicalmente la naturaleza a la cultura. En la práctica, los modernos no dejaron de crear objetos híbridos, que proceden tanto de la una como de la otra y que se niegan a pensar. Nunca fuimos verdaderamente modernos. Y es este paradigma fundador el que es preciso cuestionar hoy para comprender nuestro mundo.

La crisis de la crítica

"Los críticos desarrollaron tres repertorios distintos para hablar de nuestro mundo: la naturalización, la socialización, la deconstrucción. Para no andar con rodeos y con un poco de injusticia, digamos Changeaux, Bourdieu, Derrida. Cuando el primero habla de hechos naturalizados, no existe ya ni sociedad ni sujeto ni forma del discurso.
Cuando el segundo habla de poder sociologizado, no hay ya ni ciencia ni técnica ni texto ni contenido. Cuando el tercero habla de efectos de verdad, creer en la existencia real de las neuronas del cerebro o de los juegos de poder sería hacer gala de una gran ingenuidad. Cada una de estas formas de crítica es poderosa en sí misma pero imposible de combinar con las otras. ¿Pueden imaginarse por un momento un estudio que haría del agujero de ozono algo naturalizado, sociologizado y deconstruido? La naturaleza de los hechos estaría absolutamente establecida, serían previsibles las estrategias de poder, pero
¿no se trataría sino de efectos de sentido que proyectan la pobre ilusión de una naturaleza y un locutor? Un patchwork semejante sería algo grotesco. Nuestra vida intelectual sigue siendo reconocible mientras los epistemólogos, los sociólogos y los deconstruccionistas permanezcan a distancia conveniente, nutriendo sus críticas con la debilidad de los otros abordajes. Desarrollen las ciencias, desplieguen los juegos de poder, desprecien la creencia en una realidad, pero no mezclen esos tres ácidos cáusticos.
Sin embargo, una de dos: o bien las redes que hemos desplegado no existen realmente, y los críticos tienen buenas razones para marginar los estudios sobre la ciencia o trocearlos en tres conjuntos distintos - hechos, poder, discurso - ; o bien las redes son tal y como las
hemos descrito y atraviesan las fronteras de los grandes feudos de la crítica, y no son ni objetivas ni sociales ni efectos de discurso, al tiempo que son reales, colectivas y discursivas.
O bien nosotros, los portadores de malas nuevas, debemos desaparecer, o bien la crítica debe entrar en crisis a causa de esas redes sobre las que se rompe los dientes. Los hechos científicos están construidos pero no pueden reducirse a lo social porque éste se puebla de objetos movilizados para construirlo. El agente de esta doble construcción captura tan mal como le es posible. El agujero de ozono es demasiado social y demasiado narrado para ser realmente natural la estrategia de las firmas y de los jefes de Estado, demasiado llena de reacciones químicas para ser reducida al poder y al interés; el discurso de la ecosfera demasiado real y demasiado social para reducirse a efectos de sentido. ¿Es nuestra culpa si las redes son a la vez reales como la naturaleza, narradas como el discurso, colectivas como la sociedad? ¿Debemos seguir abandonándolas a los recursos de la crítica, o abandonarlas adhiriéndonos al sentido común de la tripartición crítica? Nuestras pobres redes son como los kurdos apropiados por los iraníes, los iraquíes y los turcos que, caída la noche, atraviesan las fronteras, se casan entre ellos y sueñan con una patria común extraída de los tres países que los demembran...".

Traducida a más de veinte lenguas, Nunca fuimos modernos  renovó profundamente los debates en la antropología en tanto modificó por completo la división entre naturaleza en singular y culturas en plural. Al ofrecer una alternativa al postmodernismo, Bruno Latour abrió nuevos campos de investigación y brindó a la ecología posibilidades políticas inéditas.



Bruno Latour
Es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de París. Estudioso de las conexiones entre sociología, historia y economía de las técnicas, ha dedicado numerosos trabajos a la innovación técnica y sus dinámicas, la gestión de la investigación, la cultura científica y la filosofía del medio ambiente. Ha publicado, entre otras obras, La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos; La esperanza de Pandora. Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia; Re-ensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red; y Cogitamus. Seis cartas sobre las humanidades científicas.














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